miércoles, febrero 21, 2007

La Nina



Ella es Nina, mi hija. Es una cruza de cocker, tiene 42 "años humanos" pero sigue siendo una niñita. La conocí cuando apenas tenía 3 meses de nacida, estaba "envuelta" en la chamarra de Jorge con su carita de desamparo que no puede más que despertar ternura y ganas de apretarla muy fuerte. Él la separó de su hermanita para que fuera mi compañera y me la regaló en mi cumpleaños número 21.
Ella y yo hemos pasado por muchas cosas para estar juntas, pues nuestra relación también fue "tormentosa" por algunos años. En ese entonces yo todavía vivía con mi mamá y a ella no le encantó la idea de tener otra perrita, sobre todo porque estábamos a punto de vender la casa y de por sí ya era muy conflictivo saber qué íbamos a hacer con una pastor alemán de 10 años (además la menopausia le estaba pegando muy grueso). Entonces, ¡que me la regresa! Le tuve que pedir a Jorge que se quedara con ella unos días para ver si yo convencía a mi mamá y después de un tiempo lo logré. Primero, Nina no podía salir de mi cuarto ni de mi terraza (bueno, al menos cuando estaba mi mamá), después ya andaba por toda la casa brincando en los sillones y dejando pelos en cualquier cosa que tocara, haciendo que a mi mamá le diera el "tramafat" y me pegara unos gritos de "¡a ver si ya cuidas a ese animal!"
De repente empezó a estar enfermita, le dio moquillo y pensábamos que se iba a morir. Después nos enteramos que es común que vendan perros enfermos en los tianguis o bazares porque no les importa cuidarlos y no hay un control al respecto. Afortunadamente nuestra veterinaria es un ángel y la salvó, pero Nina quedó debilucha por algún tiempo y ya no pudimos cortarle la cola pues no era recomendable. La consentí muchísimo y por eso nunca logré que se portara bien. No quería comer nada, más que pollito o carnita y se hacía pipí en todos lados…dejó mi cuarto como zona de desastre. Se dormía en mi cama y a pesar de que a mitad de la noche se destapaba, en la mañana cuando yo regresaba de bañarme la encontraba metida en mi cama con la cabeza en la almohada y bien tapadita.
Vino el momento de la separación, después de un año o algo así. Mi papá, que es un ser extraordinario, se ofreció a cuidarla para que no tuviéramos que hacer algo más drástico con ella, pues la casa estaba vendida y no admitían mascotas en el nuevo departamento. Sufrimos mucho las dos, pero fue la única opción.
Y si dicen que las cosas pasan por algo, en este caso tienen razón, porque Nina dio un cambio radical. Mi papá sí supo educarla y después de ser una perrita que se la vivía en mi cama, en los sillones, que se hacía pipí en donde le agarrara la urgencia, ahora es SÚPER NINA. Aunque con eso de la comida no ha sido muy diferente, pero tratándose de mi hija y considerando lo bien que se porta, se lo merece.
Nina come pollo rostizado todos los días, le encantan las paletas de vainilla y odia bañarse. Es súper noble y tiene unas actitudes de niña caprichosa que me derriten. Es una excelente cazadora y una güevoncita de primera. Mi papá es su adoración y ella es su compañera.
Ahora ya vivimos juntas y no se imaginan que chido es llegar a tu casa y que te reciban siempre de buenas, brincando de alegría.
Gracias, Jorge!

2 comentarios:

Fuera de lugar dijo...

Al final, los hijos son lo mejor que nos queda... Un abrazo, Liz

Fer dijo...

Hola Cielo (así te llamas?), gracias por tu post. Yo también de metiche, regresé a tu blog y me encontré con el post de tu perrita ¿sabes? yo también tengo una perrita,, se llama Maggy, en honor a la bebé de los simpson y es igualita a Nina antes de que tu papá la educara, en las mañanas, si no se aguanta, se orina donde caiga, solo come pollito y bisteck, es una consentida y super cariñosa y una super compañera. El motivo de mi comment es porque me conmueve mucho la gente que ama a sus mascotas, que habla de ellas con mucho cariño (tanto como para poner un post en su blog), me identifico con ellas. Te mando un saludo afectuoso desde acá del Edomex, near to the DF...